El presidente argentino tiene actitudes que lo ponen a niveles de los adolescentes y niños. Si algo no le gusta hace rabietas y se enoja, volviéndolo muy peligroso en sus actos.
Como un niño consentido, malcriado y que quiere que hagan lo que él quiere y le cumplan los caprichos, así se comporta Javier Milei muchas veces. Lamentablemente estas actitudes casi juveniles de quien debe llevar las riendas del país, no afectan sólo su entorno, sino a los habitantes de Argentina.
Esta semana, la apuntada, fue la actriz y cantante Lali Esposito. El presidente argentino se dedicó a retuitear en contra de la artista en lugar de “intentar” sacar al país de la crisis económica. No hay que olvidar, que esta semana se conoció una inflación mensual superior al 20%.
Pero los caprichos de Javier Milei varían y cambian dependiendo de quien haga algo que no le gusta. Sus actitudes se comparan a la de alguien malcriado, que todo lo quiere y si no lo tiene hace berrinches.
Gobernadores, diputados propios y extraños fueron víctimas de los exabruptos de este hombre con destellos de adolescente. Lo peor, cuando se enoja y se encapricha, se pone violento, agresivo, se olvida que es un “presidente” y no un panelista de intratables. Sus enojos llevaron a actos de chiquilinadas que parecían más la de un adolescente despechado que la de un mandatario.
¿Qué es eso de decir este es malo y este bueno? Esas cosas se hacen en la escuela. Capaz eso es para Milei, el congreso, un instituto educativo grande y los funcionarios son compañeritos de clases. Entonces el joven adolescente “Javi”, va a su red social preferida, Twitter o X, la cual es su diario íntimo y hace escraches públicos. Pero lo que no entiende, o tal vez sí, que él maneja el aparato del estado y sus dichos tienen otra connotación más fuerte que la del adolescente despechado que él se cree que es.